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jueves, 10 de julio de 2008

Tu hija de 37 meses

La agresión es una parte normal del desarrollo. Aunque la agresión existe desde que nuestros pequeños son bebes, en general no pensamos que nuestro niño(a) es agresivo(a) hasta alrededor de los 2 años cuando le vemos pegar o morder. Hacia los dos años, los niños tienen maneras limitadas de expresar su frustración y no conocen las consecuencias de sus acciones. Nuestra guía en manejar conflictos va a ayudarles a expresarse de manera positiva y disminuir la frecuencia de actos agresivos.

¿Qué podemos hacer para minimizar la agresión? Es muy importante que los niños sepan qué está permitido y qué no lo está, es decir que tengan unos límites muy claros. No pienses en los límites como disciplina sino como tu manera de guiar su comportamiento y enseñarle lo que está bien y lo que no. Una vez hayas decidido qué limites quieres mantener, sé consistente y asegúrate que se cumplen. Los límites ayudan a los niños a sentirse seguros porque saben lo que pueden esperar y predecir en su entorno.

Una parte importante de minimizar la agresión va a ser ofrecerle a tu pequeña(o) alternativas para su comportamiento. Cuando tenga un comportamiento agresivo, dile un rotundo “No” y ofrécele una alternativa para expresarse que sea positiva, ya sea decir que está enojado(a), poner un límite a un compañero o hasta una alternativa más física como dar un golpe a un cojín. Una vez haya pasado el incidente, es bueno que le hables acerca de lo que pasó. Juntos pueden entender qué le hizo sentirse así y hablar de qué puede hacer en otra ocasión. ¡Pero recuerda! Esto sólo lo podrás hacer cuando haya pasado el incidente ya que en el momento, estará tan enojado que no podrá procesar lo que le dices.

Igual que vas a responder al comportamiento agresivo, es muy importante que le recompenses y elogies por sus comportamientos positivos. Piensa en una balanza e intenta decantar la balanza hacia lo positivo. Si tu pequeño(a) recibe elogios por su comportamiento positivo (como compartir, ayudar, expresarse con palabras) pasará más tiempo haciendo estas conductas que las agresivas. Por la contra, si solo recibe atención por sus comportamientos negativos, hará más de estos. Aunque parezca mentira, los pequeños disfrutan de la atención del adulto, ya sea la positiva (con elogios) o la negativa (cuando le regañan) Si reciben más de la negativa, probablemente continuarán haciendo los comportamientos que llaman atención.

Ayuda a tu pequeña(o) a entender las consecuencias de sus actos agresivos. A veces los niños pequeños no saben la fuerza que tienen o el daño que pueden hacer. Ves guiándole y explicándole que ciertos comportamientos tienen consecuencias negativas en los demás. Por ejemplo, “cuando empujas a Lola, le haces daño y después no quiere jugar contigo.”

Usa consecuencias lógicas para disciplinarle. Si en un momento agresivo tira un vaso al suelo, pídele que lo limpie o si tira una pelota contra un compañero, sácalo de la pista de juego. En esta edad la habilidad cognitiva de tus hijos es muy concreta, las consecuencias lógicas le ayudan a entender que los comportamientos tienen consecuencias directas. Evita negociar con ellos en estos momentos, el mensaje que queremos darles es “si haces esto, va a pasar esto.”

Piensa en modelar para ellos maneras no agresivas de resolver problemas. Si cuando les regañamos chillamos o les damos un cachete/nalgada, les estamos dando el mensaje que es así como resolvemos problemas. Es más, hay varios estudios que nos han demostrado que los niños que son disciplinados físicamente, tienen más tendencia a ser agresivos. Hemos de probar de mantener la calma y mantenernos firmes en nuestra posición sin perder el control.

Igualmente, hemos de modelar formas no agresivas de resolver problemas con nuestra pareja y las personas de nuestro entorno. Si esta es un área de especial dificultad para tu familia, no duden en pedir ayuda a un profesional. Igualmente, a veces la agresión de un pequeño(a) puede necesitar más ayuda que la que les podemos dar como padres. Si estás preocupada(o), habla con tu pediatra.

No te olvides de observar mucho a tu niño(a) Si ves algún patrón de comportamiento que te indique en qué momentos tiene más tendencia a ser agresivo, puedes probar de prevenirlos y ayudarle a manejarlos de otra manera. Ten mucha paciencia y recuerda que todo aprendizaje lleva su tiempo, observando su entorno, aprendiendo de ti y su familia y experimentando con su propio comportamiento.


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